Literatura

Cadáveres hechos poesía
Introducción a El miserere de los cocodrilos (2024) otxambino
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Hombre, árbol de imágenes, / palabras que son flores que son frutos que son actos.
‒ Octavio Paz («Himno entre ruinas») ‒

Un cuadro como el de «Dance Dancing Monkey Dance» (2023), de Mark Wagner, es un cadáver exquisito.
Una canción como la de «I Wrote a Song Using Only Hate Comments 2» (2021), de Madilyn Bailey, es un cadáver exquisito.
También es un cadáver exquisito el «Cuento de cuentos» (siglo XVII), de Francisco de Quevedo y Villegas.
Y «Hoy converso con Miguel» (2013), de Nach.
Quizás sea un nombre más apropiado el de «collage», «pastiche», «rapsodia», «remix», «ensalada», «medley», «florilegio», «centón», «puzzle», «mash up», «poema al alimón»… Pero me gusta ése: cadáver exquisito. Con sus matices, con sus variantes, el procedimiento es el mismo: crear a partir de lo ya creado, construir algo a partir de trozos y residuos de la tradición, o de la actualidad, reciclándolos, desmembrándolos, recomponiéndolos a nuestro gusto.
Ya sea una superposición de imágenes —como «Aplat de couture», 2016, de Guillaume Chiron— o de instantes de un discurso político —como «Io Sono Giorgia», 2019, de MEM & J—, hay un solo mecanismo: el corta y pega. Y, como resultado, nuestro exquisito cadáver, es decir, una obra «continua a partir de lo inconexo; completa a partir de lo diverso; nuestra a partir de lo ajeno» (Ausonio: «Prefacio» a su Cento Nuptialis, siglo IV).
Pero no necesariamente una obra menor, irrisoria, o de segunda clase.
— Mark Wagner las hace así, descuajeringando billetes, ¡dinero en papel!, hasta llegar a cadáveres como estos.
— Madilyn Bailey hizo el suyo con los comentarios de odio de sus haters.
— Quevedo, con un disparatado revoltijo de locuciones y refranes.
— Y Nach, izando, sin tapujos, la poesía de Miguel Hernández.
En todos estos cadáveres, no es la intertextualidad, no es desembuchar citas lo importante. Lo importante es la forma, la composición final. No las fuentes en sí, sino cómo, a través de ellas, se expresa algo familiar pero contradictoriamente nuevo.
Así lo he hecho yo en El miserere de los cocodrilos.
Y todo por esa tendencia mía a leer y recortar, con vocación de coleccionista, pasajes que me han gustado, frases que me han gustado, versos que me han gustado…
En el caso de los versos, llegué a poseer tantos recortes que se me ocurrió hacer un collage, un cadáver exquisito con ellos, un puzzle. O sea, reordenarlos, poner un trozo aquí, otro allá, y así hasta obtener nueve poemas con sentido completo. Pero, además de desafío, quería que este juego fuese un homenaje, un homenaje a la poesía en español (a uno y otro lado del Atlántico), y a las temáticas poéticas por excelencia: el amor, la naturaleza, la tristeza, el lenguaje, la esperanza… El resultado: más de 450 versos de más de 150 poetas: Luis Cernuda, Gloria Fuertes, Pablo Neruda, Lorca, Vicente Huidobro, Quevedo, sor Juana Inés de la Cruz, Bécquer, César Vallejo, Elvira Sastre, etcétera.
Éste que a continuación referimos —«¿…o la viva nostalgia de lo que pudo ser?»— es uno de ellos. Se centra, todo él, en la humana manía de transformar palabras en palabras, ideas en definiciones, conceptos en imágenes, en equivalencias, en metáforas, y siempre a costa, al amparo de las trampas del verbo más fullero de todos: el verbo «ser».
(Recordad: ningún verso es mío: yo me he limitado meramente a su selección y orden).
Un pájaro es un ángel inmaduro.
Un rey es un erizo de pestañas.
Ruido multiplicado por silencio
es el tiempo, que marcha descalzo, [ 5 ]
un sudario de sombra,
un lugar deshabitado.
Los tejados son uñas de pizarra.
Las ideas
son peces, son llamas, son flautas, son dedos mordisqueados, [ 10 ]
son garras enguantadas de caricias,
juguetes rotos de una niñez tapiada.
La tristeza no es más que una careta
ahogada en un rocío de recuerdos,
porque [ 15 ]
es el trono del dolor
la memoria.
Porque es la demostración de otro infinito que no es suyo
el bostezo.
¿Qué es la vida? Un frenesí. [ 20 ]
¿El azar?
Un dado roído y ya redondo.
Los astros sólo son barro que brilla.
Los sueños,
una brasa que se consume, gira y se deshoja [ 25 ]
en eterno retorno.
El muerto no es un muerto: es la muerte.
Una reunión de números suicidas
no es el infierno: es la calle.
Y es, [ 30 ]
una herida,
también un lugar donde vivir.
El poeta no cumple su palabra.
¡Mejor si nadie lo sabe!
Pero aún podemos patidifusarnos más.
En 1993, Nina Katchadourian recorre no pocas bibliotecas en busca de títulos, títulos en los lomos de los libros, títulos con los que formar poemas conceptuales, lomopoemas.
Estos cadáveres exquisitos suyos pronto son imitados. Y de otras formas.
En 2017, a este rey del poetry slam español se le ocurrió componer un texto, igualmente con títulos, pero títulos exclusivamente de películas. Lo llamó «De cine», y además de subirlo al escenario, lo subió a un tranvía de Zaragoza.
Y en 2024 llego yo y hago mi particular titulitis exquisita. Eso sí: como hay que marcar las distancias, yo compongo la mía sólo con títulos de poemarios escritos en español.
La costumbre de vivir (1975)
Del dolor y las alas (1982)
‒ Como Dios en la nada (1999)
‒ Primero sueño (1692)
‒ Fiel al humo (1986)
‒ La realidad y el deseo (1964)
‒ Cada uno en su noche (1960) [ 5 ]
‒ En silencio (1926)
‒ Con esta boca, en este mundo (1992)
‒ Toco la tierra (1962)
‒ No (1980)
‒ Las nubes (1937-38) [ 10 ]
‒ Tengo (1964)
‒ Al sur de mi garganta (1994)
‒ Cuanto sé de mí (1957)
‒ Cenizas de sentido (1989)
‒ Preguntas al azar (1986) [ 15 ]
‒ Soledades (1613)
‒ Inquietudes (1926)
‒ Un invierno propio (2011)
‒ Según sentencia del tiempo (1953)
‒ Estoy ausente (2004) [ 20 ]
‒ Azul… (1888)
‒ Por si esto fuera poco (2021)
‒ Bajo la alfombra (2008)
‒ Del color de los ríos (2000)
‒ Arde el mar (1966) [ 25 ]
‒ Aquella orilla nuestra (2018)
‒ Sombra del paraíso (1967)
‒ Mientras dure la luz (2021)
‒ Por si los pájaros (2008)
‒ Aconsejo beber hilo (1954) [ 30 ]
‒ Ternura (1945)
‒ Ahora (1928)
‒ A boca de parir (1976)
‒ No duerme el animal (2009)
‒ Lee sin temor (1976) [ 35 ]
‒ Palabra sobre palabra (1965)
‒ La verdad y otras dudas (1967)
¿Y si aumentásemos significativamente la dificultad? ¿Y si, en un alarde de virtuosismo compilador, más-que-duplicamos la extensión del poema-cadáver, es decir, improbabilizamos su coherencia? Para ello, en vez de títulos, en vez del verbo ser, por qué no ahora algo más interior, la tristeza, algo más subjetivo, el desgarro emocional de sentirnos profundamente desdichados.
La oscura raíz del grito
Bajo la luna de guillotina
chispean los minutos como lluvia.
Que se los coma la tierra.
Mil veces he medido las sílabas del tiempo;
muy tarde es ya para cenar estrellas, [ 5 ]
para regar el polvo,
para impedir que con su dedo
este terrible yo por el que muero
acaricie y estreche
soledad. [ 10 ]
Bajo la luna de guillotina,
con peligrosa generosidad,
contribuyo a tapizar de ausencia todo,
hasta empalagarme,
solamente por oír [ 15 ]
recuerdos que no recuerdo ya qué me recuerdan.
Quieren, quisieran, querrían preguntarme,
como un niño pregunta por el tapón del mar,
cuánto pasado hay
en la aridez estéril de mi ilusión perdida. [ 20 ]
Se reirían, seguramente:
demasiado.
Bajo la luna de guillotina,
¡quién pudiese hartarse
de soñar y soñar y soñar! [ 25 ]
Bajo la luna de guillotina,
no me lo explico:
también
tiene un sabor de sal mi pensamiento,
una proximidad de lejanía, [ 30 ]
de otoño.
Además,
otra vez, sin piedad,
se me caen las ansias al vacío,
y de pronto… [ 35 ]
soy eco de algo.
Porque sobro en el abismo.
Porque la soledad no tiene labios.
Porque, en estos momentos,
bajo la luna de guillotina, [ 40 ]
vivo sin vivir en mí.
¡No comprendo dónde existo!
Y lo que es peor:
antes de que me entrara la edad por todas partes,
el frío, como un erizo envuelto en serrín, [ 45 ]
se hizo hondo, interior.
Hoy no puedo sino decirlo, tomar nota, procurar explicarlo,
mientras me tapa, baboso, la calle y la vida
con sus dedos untados
de espinas, sí, de rencores, [ 50 ]
de opresión.
Bajo la luna de guillotina,
muge la noche por la habitación.
¡Y yo, a la intemperie!
Aunque quiso ocultarlo, [ 55 ]
¡esta piedra de carne que solloza
no tiene corazón donde caerse!
¡Hasta mi propia sombra, dulce, tenaz, al lado,
ignorando por qué,
en terciopelo, en llanto, replegóse, [ 60 ]
como un crisantemo decapitado!
Y ahora,
cuando estoy al borde célebre de la violencia,
sin poder ni saber salir afuera,
¡dentro de mí se mueve, [ 65 ]
con sus inconvenientes de ser dos!
Y ahora,
que he condensado un siglo en cada día,
¡con qué reconcentrada intensidad de símbolo
se me parecen [ 70 ]
el tiempo
y un ábaco de pena tirado por la alfombra!
Y ahora,
que casi no quería ser palabra,
encogiendo mis hombros hechos niebla, [ 75 ]
robándome del pecho las más tiernas entrañas,
¡el espacio infinito de una sola agonía
hacia mí se abalanza, me atropella,
y, para hacer más noble el sacrificio,
bajo la luna de guillotina, [ 80 ]
sin borbotón apenas,
se empoza, como charco de culpa, en la mirada!
¡Qué lástima
observarme!
¡Qué soy sino una pobre enredadera [ 85 ]
de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas,
que, un poco distraídamente,
busca y anhela el sosiego
que ensaliva la eternidad!
(¡Pero [ 90 ]
con la ciudad dormida en la garganta!)
Ciertamente, habría de ser negra
esta noche al mirarme:
la alegría nadie me la supo enseñar.
Quién sabe… [ 95 ]
Quizás,
si pudieran los sentimientos esquivar
el cuerpo en donde viven las interrogaciones,
si pudieran
mis ojos [ 100 ]
embotellar sonrisas como licores,
defender la alegría como una trinchera,
quizás,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,
si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes, [ 105 ]
si supieras
que ha pasado agachándose por mi alma
el anticipo de la podredumbre,
tan portentosamente mía,
entonces [ 110 ]
quizás, mientras, detrás, tanto, tan nunca,
este remoto dejo de tristeza
que convierte en preguntas todo cuanto es herida
avanzaría hacia su crucifixión.
Sin embargo, [ 115 ]
bajo la luna de guillotina,
nada puedo;
sucede que la luz no tiene prisa,
porque las madrugadas no tienen adónde ir;
bajo la luna de guillotina, [ 120 ]
porque conozco el día que me espera,
sucede que me canso de ser hombre,
desmadejadamente, por los labios.
¿Cuándo será que mi esperanza vea?
Ya no consiente márgenes ni orillas [ 125 ]
lo aciago, lo crispante, lo mojado, lo fatal.
Ya no me dice nada
el pegajoso olor que dejan las promesas.
La belleza se va cuando yo llego.
Los espejos no reflejan: transparentan. [ 130 ]
Y, como yo, se apagan los semáforos.
¿Cuándo será? ¿Cuándo?
Bajo la luna de guillotina,
bajo el cilicio de las penas,
es tanto el silencio que da miedo cortarlo. [ 135 ]
Para abrazarme a lo que ya no existe,
¡como si eso importara!
Hoy es siempre todavía;
bajo la luna de guillotina,
¡un día más en vísperas del último! [ 140 ]

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