Literatura
Presentación múltiple de libros otxambinos
Poesía, reflexiones, ficción…
«Engloban —explica nuestro autor— un recorrido, un aprendizaje, una experimentación literaria a lo largo de, más o menos, siete años. No es que de repente me diese por escribir. Es que de repente me dio por escribir en serio. De repente, me entró un ansia de jugar con las palabras, de retorcerlas. Para satisfacerla, tenía que probar. Probar mucho. Y vaya si probé».
(1) Todavía: paráfrasis de un pronombre (2024)
Poesía rematadamente relacional, amorosa
Como el mismo Otxamba confesó esa tarde:
«A lo largo de mi relación con Almu he hecho bastantes cosas raras. Una de ellas, y durante más de 10 años, fue dedicarle, mes a mes, a Almu, un poema. (Haced vosotros los cálculos de cuántos poemas caben en todo ese tiempo). Haz de miel fue el poema número 83. Fresca avaricia, el poema número 130. Pero lo fascinante no es el número, ni lo amoroso que sean. Lo fascinante es que esos inocentes, inéditos poemas tomaron, poco a poco, conciencia de sí. Hasta el punto de ambicionar ser literatura, de universalizar nuestra historia de amor. 22 de esos poemas forman hoy este libro. No son sólo un regalo a Almu. No son sólo un reflejo tangible de nuestra relación. Son también la búsqueda de mi voz creadora, mientras con ella le canto al mundo, con fervor, que el amor (el de cualquiera, y en cualquiera de sus formas) es una cuestión de todavías».
A fin de cuentas, la poesía amorosa, los poemas de amor, tienen una mayúscula preferencia por el antes (el enamoramiento, la ilusión de los comienzos, la novedad, la atracción, lo vívido…), y también por el después (el desencanto, la ruptura, la traición…). Pero, cuando el antes ya se dio y el después aún no ha llegado, qué poca poesía hay, qué pocos poemas son los fermentados en lo que queda: el durante. Y eso que es el durante, el mientras, el gerundio, quien más y mejor piensa y siente el amor. Es el durante, el cotidiano y poliédrico durante, el único que sabe parafrasear un nosotros. En el durante comprendemos que tenemos dos medios de comunicación: ahora y… Me corrijo: sólo uno. En el durante redescubrimos, no que hemos vuelto, atentos, a optarnos, sino que existen, todavía, palabras y mañanas que vivirnos. Todavía. Qué longeva aspiración a la reciprocidad. Sucede que gustarse, conocerse, disfrutarse, preferirse, confiar… sucede, al parecer, no antes, no después, sino durante todavías. Tantos como sigamos queriendo ser dos.
[…] dejemos, de nuevo, que la puerta / nos abra y, si te apetezco, / conforme nos llenemos de camino, / dejaré, también yo, mis costillas abiertas.
(«XIV. Sombra de la guarda»)
Es un desfile de cuentos, cartas, memorias, canciones, monólogos blogs, pensamientos, relatos… en cuyas páginas predomina, unas veces, el humor, la hilaridad; otras, la ternura; otras, el misterio; otras, lo surrealista, el absurdo… Pero, más si cabe, este libro es un desfile de personajes, de carácteres. Camareras, frailes, pilotos, vecinos, auxiliares de geriatría rumanos, cómicos, autistas, niñas preadolescentes que se niegan a pronunciar adjetivos… Ellos serán los protagonistas de estos textos polimorfos. Y es cierto: tal vez sean muchos los que tienen cabida en semejante muestrario. Muchos. Pero no todos. No existe ni la equivalencia ni la paridad entre personas. Demasiado complejos, exclusivos, únicos somos. Inigualables. Gracias a (o por culpa de) ello, más atractivo tienen nuestros rasgos descollantes, nuestros atributos definitorios, nuestras particularidades individuales. En definitiva, nuestras sugestivas personalidades. Tan sorpresivamente volubles. Tan paradójicamente inmutables. Desparramadas sin precaución sobre emociones, sobre opiniones, sobre experiencias. Digamos mejor, sobre la vida. Para mostrarlo, Conglomerado de egos, este menú degustación de caracteres, viene a recoger algunas de ellas. Algunas. Abrumadora es nuestra pluralidad. Inabarcable.
¿Alguien más confunde «cóncavo» con «convexo», o soy la única tonta a la que se le enemistan las palabras?
(«XX. Mixlexia»)
«Yo tengo una manía —decía Otxamba—: cuando leo voy recortando, con vocación de coleccionista, pasajes que me han gustado, frases que me han gustado, versos que me han gustado… En el caso de los versos, llegué a poseer tantos recortes, tantos, que, sin poder resistirlo, floreció este libro».
El miserere de los cocodrilos es un sucinto bestiario de la imaginación, nueve poéticas incursiones que son, ante todo, mosaicos de literatura en español, teselas de versos de otros autores, cadáveres exquisitos, puzzles, cada uno de los cuales, patrimonio de la historia de nuestra mejor poesía: contienen más de 450 versos de más de 150 poetas.
Quizás más apropiado sea el nombre de «collage», «pastiche», «rapsodia», «remix», «ensalada», «medley», «florilegio», «centón»… Pero me gusta ése: cadáver exquisito. Con sus matices, con sus variantes, el procedimiento es el mismo: crear a partir de lo ya creado, construir algo a partir de trozos y residuos de la tradición, o de la actualidad, reciclándolos, desmembrándolos, recomponiéndolos a nuestro gusto. Un solo mecanismo: el corta y pega. Y, como resultado, nuestro exquisito cadáver, es decir, una obra «continua a partir de lo inconexo; completa a partir de lo diverso; nuestra a partir de lo ajeno». En un rompecabezas así no son los fragmentos, la intertextualidad, no es desembuchar citas lo importante. Lo importante es la forma, la composición final; no las fuentes en sí, sino cómo, a través de ellas, se expresa algo familiar pero contradictoriamente nuevo. Ésa es la pretensión de este peculiar miserere de cocodrilos: conjugar el pasado con la admiración, sus imágenes con mi música, hasta que, en nuestras manos, como palpitando, queden, algo apretujadas, nueve «rosas artificiales que huelan a primavera».
La tristeza no es más que una careta / ahogada en un rocío de recuerdos, / porque / es el trono del dolor / la memoria. / Porque es la demostración de otro infinito que no es suyo / el bostezo.
(Centón no. 4, «¿… o la viva nostalgia de lo que pudo ser?»)
La vida es demasiado intrigante como para no pensar en ella. Los demás son demasiado como yo como para no prestarles atención. El mundo es demasiado interesante como para estar callado. Pensar. Prestar atención. Hablar. ¿Qué verbos sino esos pueden esenciar este libro? Pensar en la vida. Prestar atención a lo demás (y a los demás). Hablar sobre el mundo. ¡Y todo ello, demasiado! ¡Y en un momento dado: éste! ¡Y desde el único punto de vista que domino: el mío!
Con esta inclasificable secuencia de textos reflexivos, multiformes, nuestro autor agrupa reflexiones muy diferentes sobre el esfuerzo, los errores, la felicidad, la infancia, la mirada, los juegos de azar, la gratitud… Pero son reflexiones caducas, es decir, sujetas a ese momento en que han sido escritas. «Algunas ya no las reconozco —dice—, ya no me identifico con ellas, ya no las pensaría así. Pero, como están escritas, apuntalan, de algún modo, qué opiné un día sobre esto o aquello, qué sentí, qué pensé. En definitiva, puedo servirme de ellas para reconstruir mi propia identidad».
De esta forma, Otxamba vuelve a ensayar cómo asimilar la humana existencia, cómo urbanizar, con palabras, el sentido de las cosas, sus significados, como si se pudiese deletrear la experiencia de vivir. Pero la suya (y la de todos) solamente suscita una forma más de ver el mundo. Menos aún: evanescente. ¡Hierva la contradicción de este mirar!
Cuando el otoño traiga consigo, de nuevo, la sombra de la verdad, podremos distinguir, allá, en el suelo, descomponiéndose, otra costra de palabras caducas.
(IX. «Teoría de mi felicidad»)
Con la solemnidad con que un niño, jugando, se dispone a cabalgar su imaginación, así afronta Otxamba la otra luna de la cara, y nos ofrece, a cambio, su propio surtido de altibajos y mundo.
Nada y ruido. Subtítulos de carne. Hedor.
O lo que es lo mismo: la fragmentaria transcripción de cuanto piensa, imagina, percibe, masculla, idea y siente, en momentos disímiles de su orgánico devenir, el amasijo de traumas y sueños que ha sido, que es.
Se amolda, con igual destemplanza, a un «tú» que a un «yo», a una reflexión que a unos ojos, a una crítica que a un lugar, a una confesión que a una renuncia, a una adivinanza que a un recuerdo, a un sentimiento que a una decisión… Desmenuza, con igual desparpajo, palabras compuestas que encadenadas, tautogramas que ecos, centones que homofonía, parónimos que disonancias…
Y todo por esclarecer los eclipses. Porque es precisamente ahí, donde rebullen las ascuas, donde se asumen los cráteres. Ahí, en la otra luna de la cara, donde la expresión, deformada, la apariencia, absuelta, anhelan reautorizarnos.
¡Cuánta nación de almas tomar! /
¡Cuánto soldado soldado a la inercia! /
¡Cuántas miradas /
pidiendo a dudas salir de gritos, /
huir de fechas predispuestas a ostentar, /
más que guerreros, regueros de ruina, /
más que victorias, víctimas eufemizadas /
con cifras, con rezos, con fosas, /
porque tentaron a la sangre sin suerte en las venas!
(«Milenios de excusas a punto de jamás»)
(6) ¿Por qué? – Resquicios de la Sociedad del Individuo (2021, reeditado)
Novela experimental que pivota en torno a la soledad, diseccionándola
Evoca en tu mente todo cuanto conforme tu concepto de «soledad». Acto seguido, imagínate que la soledad, o, como poco, ese concepto que tienes de ella, ha pasado a ser y a asumirse como una forma de vida, una progresivamente consolidada filosofía del vivir de cuantos conforman la sociedad, tu sociedad. Y ahora imagínate que un sector de esa misma sociedad, tu sociedad, en un momento determinado, decide considerar a la soledad un crimen. Las preguntas se inducen por sí solas, confluyendo en una sola: ¿por qué?
En el evento, Otxamba aderezó la presentación de esta “novela” primeriza suyo (2018) con estas palabras:
«La primera vez que decidí hacer algo gordo, algo grande a nivel literario, estaba de Erasmus en Oslo (Noruega). Había tenido una idea, a mi parecer, brillante: un libro en el que cada capítulo fuera idéntico al anterior pero distinto. Mismo material, pero variado. Vamos, lo que en música se conoce como tema con variaciones.
«Necesitaba una situación, un escenario, una vivencia que pudiera repetir. Muchas veces. Di con la tecla: una tortura. Cada repetición, cada capítulo entonces, sería un personaje distinto. Pero faltaba justificarlo, necesitaba un porqué, un contexto. Ya está: han cometido el mismo crimen. ¿Qué crimen? Le eché imaginación. Y así floreció este experimento de novela que muchos ya conocéis: un mundo, distópico, en el que la soledad rige la sociedad. Lo hemos reeditado, ahora con notas y comentarios, y en un formato o con una maquetación más seria, más profesional».
Como muchas otras obras otxambinas, ¿Por qué? cuenta con su propio audiolibro.
Pero llegó el siglo XX, postulando la soledad como la carencia de compañía. Habéis oído bien. Carencia, como si la compañía en realidad garantizase tu plenitud personal. Y, llegados a este punto, para colmo, la psicología también se entrometió, añadiendo que la soledad no era sino un fenómeno multifacético que perjudicaba la salud. «La soledad mata», rezaban los titulares de los periódicos. Nacían así los primeros enfermos de soledad.
(«Prólogo»)
«El triste aliciente que ha motivado mis ganas de escribir, al menos en mis primeros años, tiene forma y nombre de concurso».
Así introdujo Otxamba a los asistentes en esta micronovela suya.
«Para muchos escritores nóveles, como yo, un concurso literario resulta ser, al principio, un bombón relleno de fama (como mínimo, mundial) y dinero (mucho dinero), un bombón hecho sólo para nosotros, ahí, a la espera de que lo cojamos con cualquier ocurrencia textual que tengamos. Y con ese apetito glotón, nos atiborramos a ilusión, y escribimos, y escribimos, y escribimos.
«Este libro, Por una gota de luz, es producto de esos concursos. En concreto, uno de novelas cortas de ciencia ficción. Leí las bases, fantaseé relamiendo ese bombón relleno de fama y dinero, y me puse a escribir. El resultado: esta parodia —en cuatro escenas— del género de la ciencia ficción. 60 páginas, o sea, una tomadura de pelo de gran envergadura.
«¿De qué trata?
«Un mundo donde algo ha eclipsado el Sol, por tanto, hace un frío que pela, por tanto, la gente emigra bajo tierra, por tanto, sobreviven como pueden. Pero no es lo dramático lo que interesa. Lo que interesa es el tamaño de las pupilas, resaborear el pulpo en escabeche, cómo pedalear una bicicleta en la oscuridad, dedicarse profesionalmente a la pintura en un mundo sin luz y, por ende, sin color… Ese tipo de cosas».
La sinopsis delata el paródico estilo y la trama postapocalíptica, sino con más acierto, sí con más hermosas palabras:
El sol no parece dar señales de vida; la humanidad, tampoco. A varios metros bajo tierra, seres de pupilas exorbitantes hacen lo posible por prolongar su existencia, sus sueños, su sociedad. A duras penas. El luminicidio ha borrado cualquier rastro de esperanza. Las sombras avanzan. Las dudas también. Y el planeta continúa agonizando, congelándose, embistiendo resignado contra las fauces de una noche eterna. Ni siquiera la Frontera puede impedir que la muerte cruce su umbral. En circunstancias semejantes, quién no sacrificaría las pocas fuerzas que le quedan por una gota de luz. O de licor de hierbas.
Cuando un acontecimiento o fenómeno tiene lugar, nuestra humana naturaleza se ve imantada a la explicación de las causas y a la interpretación de las consecuencias, tranquilizando nuestro intelecto con raciones de conjeturas, conjeturas que, dentro de los límites de nuestro entendimiento, serán erigidas como inamovibles leyes, principios o justificaciones, si es que no se formulan otras menos malas.
(Escena III)
Publicado y presentado lo cual, Otxamba nos reveló que ya está inmerso un nuevo proyecto, una propuesta editorial un tanto peculiar: Juegos de mesa y musa.
«Tal es el título que le ha dado, pero no deja de ser, en cierto modo, un manual para poetas y otros aficionados. Me explico: he gestado un libro a partir de la idea del ‘poeta ludens’ (en su origen, aquel para quien la poesía constituye un mero divertimento lingüístico). ¿Con qué pretensión? Con la de convertir en ocio, elocuencia y fascinación los difusos confines de la poesía. El gran homenajeado, el lenguaje. Ésa es, ante todo, su razón de ser: la conmemoración del asombro verbal. Mediante versos y otras ocurrencias, siglos y siglos de literatura gráfica, musical, imaginativa se han prestado a entretenernos. No hay secreto alguno en su ludismo —ya no—; sólo lenguaje y sorpresas, palabras y efectos, las mismas, los mismos, que he hecho habitar mis páginas. Comprenderéis entonces que semejante comprensión (o distorsión) de la poesía haga de Juegos de mesa y musa un libro sui generis. Es un trabajo de investigación poética, pero también un ensayo divulgativo, y no menos una galería de poemas (algunos nuevos, propios). Todo ello, en mi pintoresco estilo».
Ojalá podamos pronto disfrutar de tan atrevida propuesta.
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