Música

Haiku social

Crítica social encarnada por los sonidos de una peculiar GUITARRA y un tintineante PIANO. En cierto sentido, no es sino un juego de timbres, combinados para crear, con tanta sencillez como se pueda, algo relativamente bello y, consecuentemente, denunciante.

Si quien nada tiene tiene oído,

por qué no hacerle conocer

la belleza y el porqué del sonido.

Título

Haiku social

¿Desde cuándo quienes padecen el hambre de las oportunidades fantasean con mecer un instrumento entre sus manos? ¿Desde cuándo la enseñanza musical se ha reservado para bolsillos en vez de para corazones con forma de oído? ¿Desde cuándo se ha impuesto un modelo de Conservatorio que espanta a quienes se acercan a él? Y ahora que es más fácil que nunca aprender, ahora que la Música está al alcance de cualquiera, ¿a qué vienen todas esas barreras talladas con vacantes limitadas, con papeles que miden la música en función de tu edad? ¿A qué viene esa tóxica burbujita en la que músicos profesionales juegan sin compartir, ellos solos, menospreciando a quienes sencillamente disfrutan saboreando los sonidos? ¿A qué viene esa gran colección de cementerios de sueños donde jugar a la Música no ha podido ni ser un hobby? ¡Seamos sensatos! Por primera vez en la historia nuestros gustos han enjaulado la música en todo tipo de aparatos. ¿Vamos a ser tan necios como para ni siquiera, no ya invocarla servidos de instrumentos, sino profundizar auditivamente en su belleza? Yo, desde luego, no.

Basada en la estructura del haiku (A-B-A) y haciendo honor al mensaje del mismo, esta obra pone a prueba una serie de timbres característicos, todos ellos aduladores de la belleza de la siempre venerada Música. Por eso, no es de extrañar que convivan efectos como las resonantes cuerdas de un piano rasgado o el «Tintinnabuli» de Arvo Pärt con trémolos, tamboras y otras ocurrencias guitarrísticas, todo ello en disposiciones más que sencillas para los instrumentistas, símbolo de la accesibilidad musical que se defiende.

Por todo ello, Haiku social no es sino un juego de timbres, combinados para crear, con tanta sencillez como se pueda, algo relativamente bello y, consecuentemente, denunciante.

El haiku es el siguiente:

«Si quien nada tiene tiene oído,

por qué no hacerle conocer

la belleza y el porqué del sonido».

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