Los recuerdos atesoran fobias

Hay sorpresas non gratas, colisiones inesperadas que atascan la ilusión, encontronazos con realidades a las que habías dado la espalda… ¡y otra vez te plantan cara! ¿Acaso no se puede huir de todo? ¿Acaso puede ocurrir que tu presente se amedrante con recuerdos pegajosos? ¿Qué los convoca? ¿La no-aceptación? ¿Miedos irresolutos? ¡Y quién te prepara para aguantar el tipo! De repente, estás engullido por una situación no deseada, una situación que se desmelena ante ti, mechón a mechón de novedad. ¡Demasiadas! Te supera. ¡No te da tiempo a ponerlas en su sitio! Peor: pronto recelas. No. No son tan novedosas. Te recuerdan a… Y… ¡Huuahhh! Regurgitas experiencias torpemente digeridas. ¡Huuahhh! Te retuerces sin control sobre el pasado. ¡Huuahhh! Sufres incomprensiblemente. Tu continencia emocional se ha hecho pedazos. Y comienzan a emerger fobias. Una. Otra. Otra. ¡Otra! En cuestión de segundos te han desbordado. ¿Dónde se ha ido el aire? A falta de él, tragas pánico. ¿Qué está ocurriendo? Bien sencillo: no toleras el ayer. No te has reído lo suficiente de ti. En lugar de pasar página, te has empeñado en arrancarlas. Pero éstas son parte de tu vida. ¡Cómo vas a arrancarte vida! Aun así, lo intentas. Te infliges lágrimas que escuecen, náuseas memorísticas, mientras la sombra de la realidad crece. Te cierne. Vuelves a huir. ¿Por qué? ¿Temes que te envuelva? ¿Qué temes? ¿Enfrentarte a ti?

Ése es el panorama en el que compone esta obra el adolescente que fui. Aun habiendo otras antes, Los recuerdos atesoran fobias se erige como la primera obra que reconozco como mía ‒‒¡todavía sin formación musical de ningún tipo!‒‒, primera obra para más de un instrumento que la guitarra que apenas había empezado a chapurrear. Primera obra. Por eso ha sido editada. Es agua pasada. Una conmemoración anímica. Una purga caducada de sentimientos. Un recordatorio de los fantasmas exorcizados por entonces. Nada más. Nada menos. De nuevo, yo.