Música
El entregado
«Gracias» moldeado a través de la conversación musical que mantienen la GUITARRA de un padre admirado y la GUITARRA de un hijo agradecido. Ningún padre deberÃa ser menos que el mejor padre para un hijo, y ese «mejor» lo incluye todo, todo. Con esta efimerÃsima representación del agradecimiento no se pretende sino afianzar lo siguiente: aunque seamos limitados, la entrega de uno mismo no se ha de limitar.
No hay más que un modo de ser felices: vivir para los demás.
–León Tolstoi–
TÃtulo
El entregado
Ningún padre deberÃa ser menos que el mejor padre para un hijo, y ese «mejor» lo incluye todo, todo. El mÃo lo ha sido y lo es, por eso no puedo dejar de admirarle, de darle las «gracias», pero eso mismo ‒‒que mi padre sea alguien extraordinario‒‒ me embriaga de rabia. No deberÃa ser una suerte tener que admirar a tu padre, sino un acontecimiento cotidiano, un derecho de la familia a la que como hijo o hija perteneces. Tristemente, la realidad es otra, pero no la mÃa. En mi dÃa a dÃa mi padre sigue siendo ese hombre que cada madrugada se despierta atareado para que duerma su familia plácidamente en la noche. En mi dÃa a dÃa mi padre sigue siendo ese hombre que envejece en esfuerzos para que su familia rejuvenezca en alegrÃas. En mi dÃa a dÃa mi padre sigue siendo ese hombre que entregándose a nosotros nos atiborra de vida. ¡Cómo no vamos a admirar a un padre asÃ, un padre para quien la siesta es más inalcanzable que la felicidad de su mujer, un padre que invierte más tiempo en los demás que en sà mismo, un padre que, aunque le falte tiempo, siempre está dispuesto a escucharte! Tanto mi familia como yo sabemos de sobra que ningún «gracias» bastará. Por eso cada vez que podemos le refrescamos la memoria con un «gracias, papá». Esa es la razón de ser de El entregado, tÃtulo que le concedemos sin reparos, obra con la que impotentemente aspiro a agradecerle cuanto ha hecho y hace por mÃ, música que personan dos guitarras porque de la suya extraje yo la forma en que aventurarme con la mÃa hacia el descubrimiento del sonido. Como padre, aunque disgustos le sobran, razones no le faltan para estar orgulloso: cuando es hora de perseguir mejoras acudimos a él, pues él es nuestro mayor ejemplo. Y, siendo nuestro mayor ejemplo, ¡cómo no me voy a inspirar en él para regalarle otro «gracias»!
Respecto a la trama musical de El entregado, ésta es un tanto compleja, pues está totalmente atraÃda hacia un terreno Ãntimamente personal, personificándose en una especie de evolución del agradecimiento que como hijo siento hacia mi padre. Como se ha dicho, una guitarra va a representar al padre (la segunda), mientras que la otra hará lo propio con el hijo (la primera). La estructura de la obra se limita a lo siguiente: el tema de inocente devoción hacia la figura paterna aparece rápidamente en los primeros compases, inmediatamente después de un escueto prólogo a la infancia. Luego, esa imagen del hijo hacia su padre comienza a distorsionarse, a esfumarse a la par que es usurpada por una adolescencia sumergida en problemas, decepciones, disgustos, preocupaciones…. que estallará en el pasaje improvisatorio. Tras una breve conversación entre ambas guitarras, la madurez abre los ojos al pequeño, y éste recompone la admiración, repudiada momentos antes, hacia su casi siempre acertado y amado padre, con el mismo tema con el que se abre la obra. Se podrÃa decir sin miramientos que lo más caracterÃstico del El entregado es, por un lado, la ambivalencia entre pasajes con «swing» y sin «swing», y, por otro, los cambios de tempo, que precipitan la pieza a un clÃmax de disconformidad, rápidamente aplacado en el diálogo de las dos guitarras.
Con esta efimerÃsima representación del agradecimiento no se pretende sino afianzar el lema de mi padre: aunque seamos limitados, la entrega de uno mismo no se ha de limitar. Tanto nos la ha inculcado que, si un dÃa soy yo padre, lo normal es que me imagine queriéndolo ser asÃ.
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