Música
The Brass Show
Breve PARODIA MÚSICO-TEATRAL en un solo acto representada por un quinteto de metales humillado, un(a) presentador(a) humillador(a) y un(a) colocador(a) de carteles humillante
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La competitividad, entre meritocrática y virtuosística, reinante en el panorama musical ⸺y especialmente dentro de las vacantes orquestales⸺, hacen de la música tanto un casting de talentos como un cementerio de ellos.
– The Brass Show –
Título
The Brass Show
Demasiadas son las aptitudes que ha de adquirir un músico ‒y, aún más, un intérprete‒ a lo largo de su carrera musical. Las hay que requieren el dominio absoluto de su instrumento, meta que cada «hoy» que parece que se va a alcanzar impone otro «mañana» que lo aleja de ella, ya que la destreza impecable, insuperable e intachable del instrumento es un mito Sísifo revivido cada año. Si el intérprete sólo tuviese que enfrentarse al sometimiento de su instrumento a su voluntad aún tendría posibilidades de éxito. No obstante, también ha de adquirir aptitudes que le empujan a medir sus virtudes musicales grupalmente, porque la tiranía del «polifonismo occidental», en la inmensa mayoría de los casos, le impide ejercer su carrera como solista o aislado de otros como él. Y en este campo de su profesión el desafío es doble, pues se junta la labor individual con el trabajo cooperativo, con formar parte de una agrupación, con el apasionante mundo de «tocar en grupo». Hoy por hoy todavía no tengo muy claro qué pericia ‒si el dominio del instrumento o saber tocar con otros‒ conlleva un esfuerzo o profesionalidad mayor. En cualquier caso, todo esto que se manifiesta como algo tan desalentador es, sin embargo, el «pan de cada día» del intérprete; y es esta misma cara de la música la que la presente obra toma como punto de partida.
«The Brass Show», bajo la apariencia de un concurso cómico en el que tiene lugar su XXII Edición (promovida por la ficticia Orquesta Filarmónica del Dólar con el fin seleccionar al mejor intérprete jamás conocido para su sección de viento metal), encubre una concienzuda crítica que arremete contra:
a) La premisa de «no todo el mundo vale para la música», que el presentador(a) se encargará de recordarnos constantemente cada vez que menosprecie la competencia de los cinco concursantes.
b) La competitividad, entre meritocrática y virtuosística, reinante en el panorama musical ‒y especialmente dentro de las vacantes orquestales‒, que hacen de la música tanto un casting de talentos como un cementerio de ellos.
Por esas dos razones, y no otras, se engendró «The Brass Show», que, a grandes rasgos, no es sino una breve parodia músico-teatral en un solo acto ‒de envergadura considerable para su aparente brevedad (en torno a 30′)‒ con la que se pretende trascender los límites de la partitura, como en su día lo hizo La historia de un soldado, de Stravinski.
¿Y cómo se reflejan esas mismas críticas en la obra? Bien sencillo: a través de un contexto totalmente satirizado, encarnado por el mismo concurso; a través de un presentador(a) sarcástico(a) hasta límites insospechables; y a través del cuestionamiento de ciertos aspectos interpretativos, en concreto aquéllos propios de la familia del viento metal.
Respecto al reto compositivo, todo él está supeditado a una exploración de esta familia de instrumentos (trompetas, trompa, trombón y tuba), exploración que cobrará forma a lo largo de las cinco pruebas. Ante la agrupación “camerística” del quinteto de viento metal, en principio (y a excepción de la última), las cinco piezas que conforman las cinco pruebas requerirán, sobre todo, de trabajo en equipo; es decir, no interesan los virtuosos o solistas per sé.
Las pruebas serán las siguientes:
⸺ «Buceo metálico» (Prueba I) è Pieza breve, carente de respiraciones y, por ende, naturalmente imposible de ejecutar en su totalidad, concebida para medir la capacidad de aguante de los intérpretes ejecutantes, así como para jugar con la respiración como aspecto idiosincrático de los mismos.
⸺ «Malobarismo» (Prueba II). Pieza que emula los juegos de manos de un malabarista. Se inicia con una línea melódica, la cual empezará en un instrumento antes de que le tome el relevo el siguiente, y así hasta completar la aparición de todas las voces. Luego, la primera línea melódica se bifurcará en dos con el mismo proceso; posteriormente en tres, en cuatro y terminará con todas las voces atropellándose en el quinto malabar. En otras palabras, un juego de acumulación sonora. ¿Qué se busca con él? Ni más ni menos que, por un lado, testar la capacidad de lectura ante un tempo rápido, con cambios de ritmo constantes; por otro, testar la capacidad de escucharse unos a otros. Careciendo de ambas capacidades, no habrá manera de que esta “obrita” funcione.
⸺ «Bombo y paja» (Prueba III). Pieza en la que se persigue el objetivo de mostrar cómo se puede tocar el instrumento de formas poco usuales. Para los concursantes, las alturas se congelarán y limitarán a timbres concretos y distintos entre sí (siete en total), creando una batería de ritmos y sonidos indeterminados sumamente percusivos. Por tanto, toda la sonoridad quedará en manos de patrones musicales distintos a la altura, como el timbre, las dinámicas, el ritmo…
⸺ «La melodía del viento» (Prueba IV). En oposición a la prueba anterior, el aspecto predominante será ahora la melodía y, en consecuencia, las alturas/notas que la conforman. Esta pieza consistirá en una melodía ejecutada entre todos los instrumentos y sin añadidos de más voces o polifonía alguna. Cada uno de los cuales tendrá a su cargo una nota de la misma. Es decir, al terminar de producir una nota de la melodía, con su correspondiente duración, otro instrumento tomará el relevo y producirá la siguiente; un tercero, la siguiente; y así sucesivamente.
⸺ «Los Girasolos» (Prueba V). Será la pieza de más duración, pues incluirá cinco momentos de lucimientos de solo para cada uno de los cinco concursantes, donde podrán poner a prueba su capacidad expresiva. Asimismo, se enfrentarán al uso y desuso de las sordinas, con mayor o menor tiempo para cambiar de unas a otras.
En resumidas cuentas, la alternancia de humor, talento y crítica que confluye en «The Brass Show» no es sino un pretexto para que los espectadores/oyentes, e incluso los propios actores o actrices de la obra, reflexionen, en todo momento, sobre esta dimensión de la música: la de la labor del intérprete.
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